Las manos enormes de Ernesto Lecuona
Por Mercedes Santos Moray*
Foto: Ernesto Lecuona
Muchas veces me sorprende la memoria y también me trae momentos inolvidables, unos gratos y otros ingratos, y algunos muy peculiares como aquellos vividos en virtual estado de inocencia, durante la niñez, que me llevaban a contemplar las enormes manos, los filosos dedos de aquel hombre que se adueñaba del piano durante sus visitas, y que no sabía reír; pero que tenía, eso sí, la virtud de consolar a sus amigos, con una sonrisa.El tiempo me enseñó que aquel ser gigantesco, para la escasa altura de mis cuatro años, que aquel pianista dulce y amable que contempla comprensivamente mi asombro, el que siempre complacía a mi madre con su melodía favorita: Estás en mi corazón, la misma con la que muchas noches ella me dormía, que aquel amigo gentil era el más universalmente reconocido y admirado de los músicos cubanos del siglo XX: Ernesto Lecuona.
Su hermana Margarita también nos frecuentaba, menos lo hacía Ernestina, y sí tuve el privilegio de saborear, desde mi infancia, la amistad que profesaban mis padres por Gonzalo Roig y su hijo Gustavo, que era bailarín, como también puede escuchar a Rita Montaner y al propio Bola de Nieve, gracias a ese espíritu farandulero de mi madre, quien no se pudo cultivar como actriz, víctima como fue de prejuicios familiares, y de un fuerte imaginario patriarcal que no admitía que la única hija se introdujera en la entonces “cuestionable” vida artística.
Las manos de Lecuona para mí eran un enigma, como su interpretación del vals Crisantemo, la misma base melódica que usó años más tarde el maestro Alberto Méndez para su ballet Tarde en la siesta; y tenían la virtud de hacerme soñar, aunque el ritmo de sus danzas me despertaba siempre, y me hacía seguir con entusiasmo los compases de la Malagueña, esa pieza suya que, según las anécdotas, sirvió para recibir, ya muerto su autor, pero en China -porque allí creyeron que era música de un compositor español-, a don Juan Carlos y a doña Sofía.
Muchas veces seguí el desarrollo de las conversaciones, en la sala de mi hogar, sin entender muy bien las críticas que algunos de sus amigos hacían, ante el virtuosismo de Lecuona, dotado excepcionalmente para el piano, y le reprochaban que se desperdiciara tanto al frente de las orquestas y en las giras, él que debía componer todavía más.
Aunque también fui testigo de elogios, muy sinceros, ya en mi adolescencia, ante la hermosura de su zarzuela María la O, llevada también por mi progenitora al camerino de las sopranos, en la actual sala del García Lorca, cuando al frente del Teatro Lírico estaba Miguel de Grandy y la escena se desbordaba con la gracia y el talento de Rosa Fornés y de Gladys Puig.
Y ahora, en este año 2006, Lecuona regresa de mis recuerdos, cuando me percato que, el próximo agosto se cumplirán 110 años del natalicio, en la villa de Guanabacoa, hoy municipio de la capital cubana, de este músico excepcional, una de las mayores glorias de nuestra cultura, y comparto el amor que siempre le ha profesado Esther Borja, y el sentimiento de respeto y admiración que le tributa mi buena amiga, María de los Ángeles Santana.
Dejo libre a mi imaginación. Y asisto, desde la fabulación invencionera, a su debut, como pianista acompañante, con sólo once años, en una sala cinematográfica, en tiempos del silente, en las noches habaneras de principios del siglo XX. Luego, lo aplaudo, junto a sus amigos y familiares, al graduarse en el Conservatorio Nacional con medalla de oro, y al recibir también el primer premio.
Sigo las 70 cadenciosas danzas que compuso, escucho nuevamente su Damisela encantadora, veo cómo mi abuela desgrana en el piano la melodía de Siboney. Y pienso en el niño de cinco años que tempranamente se adueñó del instrumento. Entonces, recibo silenciosamente sus reproches. Todavía siento la calidez de su voz y observo cómo él mueve desconsolado la cabeza al ver mi indiferencia ante las teclas.
Sólo regresa la sonrisa a su labios, cuando descubre mi interés por el rasguear de la guitarra en la que mi tío desgrana la Mercedes, de Manuel Corona. Entonces, yo no sabía que estaba perdiendo una oportunidad única e irrepetible, el privilegio de recibir lecciones de piano, nada menos y nada más que de Ernesto Lecuona.
*La autora es biógrafa de José Martí, escritora, ensayista y periodista.
otros temas
- Las viñas de Ernán López-Nussa
- Ofrenda musical para un nuevo año
- La ductilidad de Eric Grossman
- Una Obertura para Mendelssohn
- Renace, como ayer, el Trio White
- Gira por Cuba de la Orquesta Sinfónica de Venezuela
- Los sesenta años de Alfredo Muñoz
- Otro tesoro de Quintana Roo
- El Teatro Auditorium Amadeo Roldán y la falta de afluencia de público
- El piano en las Américas, un recital de Olga Valiente
- Los encuentros, premios y satisfacciones de Edwin Colón Zayas
- Primeros acordes del Cubadisco 2009
- Brouwer en Rosa, un audiovisual de Tomás Piard
- Huberal Herrera, maestro
- Un trío de virtuosos
- Franz Joseph Haydn, en el bicentenario de su desaparición física
- Ofrenda del Dúo Promúsica a Harold Gramatges
- Continuidad de la música antigua
- Abre sus puertas la Academia Mariana de Gonitch
- Francesco Manara y la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba
- Algo más sobre Guillermo Tomás
- Una vez más el amor por la música
- Juan Jorge Junco, a 95 años de su nacimiento
- Ñola Sahig, a veinte años de su desaparicón física
- Y pulsó la lira de Orfeo
- Simplemente llamado Guyún
- Guillermo Tomás, un artista trascendente y olvidado
- Los misterios de la Ópera
- Canciones de Harold López-Nussa
- Concierto a 8 manos, Teresita Junco y sus discipulos
- Brillante concierto bajo la batuta de Iván del Prado
- Concierto a 8 manos
- Una feliz comunión
- María Eugenia Barrios: 50 años de vida artística
- ¡Qué fácil es tocar el piano!
- Un concierto para recordar
- Musicalia: un acontecimiento cultural
- Imposible pasar por alto
- Una obertura cubana para Caturla
- Hay muchos secretos
-A tempo con Caturla
- Hagamos trascender nuestra música
- Mozart en La Habana
- Evelio Tieles Ferrer entre los artistas cimeros de Cuba
- Margarita Díaz en el recuerdo
- Un joven soñador de la música
- Beethoven en Matanzas
- La mágica flauta de Sefica Kutluer
- María Clara Cullell: un legado que trasciende
- Emociones, confrontación artística y fraternaldel movimiento sinfónioco cubano
- Dianelys Castillo, el clarinete: su vida
- Dúo Promúsica: rigor y dedicación por más de veinticinco años
- Jóvenes músicos por Beethoven
- Festival de La Habana: visión artística de nuestros días
- Oportuna entrega en el Festival de La Habana
- En septiembre, Camerata Concierto Barroco
- Domingo especial
- Sin descanso vuelve al podio
- Un concierto joven
- Quinteto de Viento Santa Cecilia, una feliz iniciativa
- Pianistas sin apellidos
- En pos de lo extraordinario la Orquesta de Cámara de La Habana
- Las Hermanas Morgan en un concierto memorable
- Yanier Hechavarría, el artista más allá del premio
- Habaneras, romanticismo y contrastes en un gran concierto: Evelio Tieles y la OSN
- Simplemente el homenaje
- Bien por los jóvenes músicos cubanos
- Buenos augurios para el piano cubano
- Acciones por la música de cámara
- Harold Graamtges perpetuado
- La guitarra y Harold Gramatges
- En la cuesta de Aires
- Música de concierto en predios holguineros
- Mucho más que acontecimiento competitivo
- La siempre virtuosa Camerata Romeu
- Tata Güines: grande entre los tamboreros
- Coro Masculino de Guantánamo: primacía mantenida
- Digna Guerra: el corazón ante las voces
- Aquel flamante profesor Roberto Valera
- Margarita Díaz, verdadera diva
- Por el sendero del virtuosismo
- Rosa Fornés: eterna carolina
- Orquesta de Cámara de La Habana: arte al por mayor
- Musica antigua hacia el futuro
- 2007 de Aniversarios
- Versatilidad agradecida de pianistas cubanos
- Atriles sinfónicos en crecimiento
- Aplausos por la permanencia
- Niurka González: virtuosa
- Del Dúo Promúsica y Mozart
- Homenaje a la Maestra María Antonieta Henríquez
- Harold Gramatges: maestro de maestros
- La música en Cuba de Alejo Carpentier
- Treinta años regalando arte
- Jóvenes pianistas para bien de la cultura cubana
- La Fiordiligi cubana de Beatriz Jiménez
- De Canción para Ochún y ejemplos de crossorver
- Del Renacimiento a la Rumba y algo más
- Del disco para el futuro
- Evelio Tieles: proeza artística y pedagógica
- Las manos enormes de Ernesto Lecuona
- Sueños realizados veinte años después
- En el centenario del nacimiento de Caturla
- Abriendo caminos para la música de cámara
- Canto eterno de victoria y gloria
- Aldo López-Gavilán Junco traspasa los umbrales del alma
- Ignacio Cervantes: símbolo de cubanía
- De la satisfacción al mérito
- Bárbara Llanes, una joven soprano de estatura mundial
- Frank Fernández: la música en el alma
- Familias Romeu, una tradición musical en Cuba
- De la voz a la música de concierto
- La música en José Martí sentida por Harold Gramatges
- Un Parnaso cubano
http://rapidshare.com/files/151918586/Lecuona_1.rar http://rapidshare.com/files/151918587/Lecuona_2.rar
No hay comentarios:
Publicar un comentario