4 jun 2010

Zitarroza entrevista Yupanqui


ATAHUALPA YUPANQUI Y ALFREDO ZITARROSA


Un encuentro histórico

El músico uruguayo Alfredo Zitarrosa mantuvo una larga entrevista

con Atahualpa Yupanqui en 1971. La extensión original del texto en el

que transcribió la conversación eran 30 páginas, que él redujo a seis

a fin de publicarla en el semanario Marcha de Uruguay.

A continuación publicamos por primera vez en la Argentina un

extracto de esa charla entre dos de los compositores populares más

reconocidos de Latinoamérica:

"Hoy por hoy, don Atahualpa Yupanqui es uno de los más

controvertidos creadores populares del Río de la Plata. Porque vive en

París, porque está viejo, porque "uno cree que no cambia y que

cambian los demás". Lo mismo que sería imposible remover una

montaña sin demolerla, la historia de sus "renuncias", de su

"envidia", de su "malhumor", de su "divismo", tan larga ya como

reiterada y mejorada en cada tramo por sus detractores de ayer y de

hoy, no ha bastado para abrir siquiera una fisura de su bien ganada

fama mundial y permanente. La fama en el caso de don Atahualpa

abarca significados más hondos, sobrevive a innumerables

contingencias a lo largo de cincuenta años de canto y guitarra

campesinos, que ocupan en su voz y por gracia de su sensibilidad

casi todo lo que va del siglo (...)

Don Atahualpa es un hombre cercado, desde hace mucho,

principalmente por su notoriedad, que no ha sabido superar. No nació

para lucir smoking y animar la fiesta, firmar autógrafos, recibir

aplausos. No goza con eso, no puede. Nació para crear, con humildad

y obstinación; para elegir con certeza, entre todas las canciones

posibles, la más bella, la más honda para la mayoría, la más antigua,

la menos suya (...) Los que amamos su arte y los que no, los que

amamos su integridad de arista y los que siempre van a encontrar en

el payador perseguido un peronista, un mal poeta, un comunista

renegado o cualquier otra cosa que puedan despreciar, odiar u olvidar

sin recato, especialmente los cantores, somos culpables de su

soledad. Hoy, allá en París, lejos de su hijo, de sus caballos de andar,

lejos del piano que supo tener, esa soledad que él no pudo aborrecer

y que le ayudamos a tejer en su torno, lo envuelve como un capullo

seco, apenas traslúcido (...)

(...) El Atahualpa de hoy difícilmente hablará bien de nadie o de sí

mismo. Estará siempre a la defensiva. Incurrirá en vanidad o será

injusto, aun hablando de la justicia o de la vanidad, esa deformación.

Se sentirá burlado, avasallado, herido o halagado y reaccionará

siempre igual, valido de su rara inteligencia, con una frase corta,

cuyo sentido es claro, muchas veces mordaz, siempre sentenciosa, a

veces amable pero impersonal. Y será profundamente antipático para

el que lo envidie o para el adulón; enternecedor o ambiguo, esquivo

según el interlocutor. "Divo" siempre, buscará centrar la atención

sobre sí mismo y sobrellevará con tozudez de indio puro el esplendor

del que brille más. Pero va a ser difícil, siempre ganarle a la carrera

(...)

Conducta

–(...)Es muy delicado cantar, paisano. Porque mal se pueden cantar

canciones con sentido social, si en el fondo de su alma o en la

conducta diaria no hace más que hacerse mantener por una vieja rica

o tener un Mercedes (...) es más honorable el ciego que vende

lápices en una esquina, que el cantor que anda diciendo por ahí que

la tierra y el hombre, y el obrero, y el minero... y resulta que cada

año cambia el coche... ¡Hay algo falso ahí!

–¿Usted toca la guitarra todos los días, maestro?

–No, nunca... muy pocas veces (...) Leo todos los días, pero no toco

la guitarra. Porque me di cuenta de que no voy a aprender más de lo

que he aprendido, por los años que tengo, tengo mis manos

endurecidas, tengo una técnica defectuosa, un montón de defectos

guitarrísticos... En cambio me hace mucha falta aprender de la vida,

cosas...

–¿Y esos dos mil temas folklóricos que usted dice?

–Esos los tengo acá (señala la cabeza)... los publicaré alguna vez. He

vivido mucho, he caminado mucho. ¿Yaravíes del Perú? Me animaría

a jugarle a un indio del Cuzco, a quién sabe más sobre yaravíes, si él

o yo (...) he vivido con el indio, en Bolivia, he arado la tierra con él y

sé lo que es trabajar, lo que es llorar y lo que es rezar... He visto

muchos rituales que no conoce la gente (...) No es el hecho de

aprender sólo... un disco, cuatro zambas, tres chacareras, once

milongas y salir a decir "fulano de tal, folklorista"... eso da risa... a

veces, otras, lástima (...)

Los artistas

–(...) ¿Usted decía que su papá decía que hay artistas que se hacen

artistas para levantarse tarde?

–Sí... y está el que "vio la veta" o el que tiene voz ronca... o aquel

que le dice: "Porque yo tengo mis cositas, ¿sabe?" Esos son los

piores, los falsos modestos...

– (...) Así que unos tienen voz gruesa, otros ven la veta, y otros...

–Y otros van nomás...

(N. de R.: salen a comer).

–(...) ¿Usted vive allá (Francia) con toda la familia?

–No, no. Porque yo tengo un chango que está estudiando en la

facultad y hay que ayudarlo a él. Yo me largo solo. Pa’ padecer

prefiero padecer solo; siempre he padecido solo.

–Ha estado siempre separado de los grandes contratos, esos que se

estilan ahora, por grandes sumas

–Toda la vida...

–Tal vez ahora esté recogiendo el fruto de esos años.

–Pa’ recogerlos tengo que andar muy lejos (...) Recoger fruto se

llama "consideración popular", eso, ésa es la ganancia, mi ganancia

es ésa...

–Pero su casa de Agua Escondida, ¿usted la hizo cantando, no es

cierto?

–No; esa la hizo mi mamá, una vasca. Ha puesto muchas moneditas

ahí, mucha pobreza... Y yo lo hice prohibido... empecé mi casa

cuando empezaron a prohibirme con la dictadura de Perón... cuando

acá no tenía que hacer, ¿a dónde me iba a ir? Al medio ‘el campo, y

una casa que está hecha de piedra, con piedra del lugar. Y a eso yo

he ayudado, he sido pion de mi propia casa y lo he hecho sin un

centavo, prohibido y perseguido.

–Usted, como viejo cantor rebelde, maestro, ¿cómo ve América latina

desde París?

–Yo no sé cómo la verán las demás (...) Hay gente que la ve a través

de las patillas y las barbas. En París hay muchísimos muchachos que

dicen que son revolucionarios, generalmente latinoamericanos (...) se

dicen revolucionarios y andan jugando a cuál tiene la barba más

larga, las patillas más largas, a cuál se viste de más rara manera...

Muchos están en el ambiente artístico, algunos duermen todo el día...

Ahí los veo... Ahora, nunca les he preguntado ni me atrevería a

preguntarles qué es la revolución para ellos, porque no quisiera que

me mintieran. Yo creo que la revolución para ellos es una moda (...)

París, como Buenos Aires que usted lo verá, como Montevideo, está

lleno de "blandos" de mucha barba y poco concepto (...)

Folklore

–Maestro, ¿qué piensa de eso que llaman el canto folklórico?

–Folclore es general (...) un lazo, un poncho, una empanada, una

manera de hacer la comida, con más o menos picante, según las

regiones, lo que se llama viandas folclóricas; son las maldiciones, las

supersticiones, un chiste, una manera de ser...

–¿Y dentro de esa cosa plural, ¿sus canciones qué son?

–Y nada, no son ni cerca, no son nada folclóricas... Yo ese asunto lo

conozco porque lo he estudiado y lo he vivido. Yo, además de las

cancioncitas mías, que son un puñao, conozco las cosas anónimas, y

muchas, porque así me enseñaron, de chico, mis tíos, mi padre, las

peonadas en las estancias.

–Maestro, cuénteme de su guitarra.

–Esa ha caminao mucho conmigo por todos lados... Me la hicieron acá

en la Casa Núñez... A mí me rompieron una guitarra viniendo de

Montevideo. En los tiempos que yo estaba prohibido acá, me ganaba

la vida en el Uruguay. Iba al Uruguay, cantaba y volvía acá, con mis

chirolitas... Y en una de ésas, en la aduana me la hicieron pedazos a

patadas... Sí, me la pisaron, la sacaron del estuche, la hicieron

pedazos y la cerraron (...) la Casa Núñez me hizo con el resto, con

algunos restitos que quedaron, del mástil, por ejemplo, me hicieron

esta guitarra... Salió bastante simpática de sonido, salió seria, media

gravecita, me gusta y la uso...

–¿Cuántos años piensa que va a vivir todavía, don Ata?

–Y... muy poco, muy poco... No creo que llegue al año... Por eso el

apuro mío por cumplir algunas diligencias que necesito cumplir en

cuanto a trabajo...

–-Me gustaría ser su amigo, Don Atahualpa... y hasta pensaba pedirle

consejos (...)

–Lo único que le puedo aconsejar: sea prudente, no se embarque

muy seguido, no se apure (...) usted lea, piense, medite (...) porque

usted viene de una tierra de poetas, de la tierra de Yamandú, de

Romildo, de la tierra de viejo Pancho, de Morosoli, de Santiago

Dosetti (...) Si usted olvida eso es porque está negando a la tierra...

usted no puede olvidar que antes que usted hay cuarenta

notabilísimos poetas criollos que han escrito una verdad profunda del

Uruguay (...) Dos estrofas de Yamandú son toda una generación de

Zitarrosas que no han dicho nada (...) ¡A leer! A leer y meditar y a

cantar trovas hechas por otros hasta que a usted se le prenda la

vela... Pero que la vela que se le prenda sea su tierra... No un

sentimiento de amor por la chica que vino, que salió, que quién sabe,

que volveré mañana, si la luna se asoma... ¡A la mierda con eso...! y

que Dios lo ayude... Pero no le cante ni le grabe. No le cante ni le

grabe, porque va a estar cometiendo una traición con la tierra... ¡A la

luna le han cantao todos los poetas... ninguno se la culió! (...) Por

ese lao creo yo, paisano... ¿eh? ¿Vamos diendo a dormir?

–Vamos diendo.